8/4/10

AMOR Y ODIO, tanto uno como el otro son humanos (II)




Hablar del odio no tiene buena prensa, nos hace un nudo en el estómago y lo más curiosos es que todas las historias humanas y sociales, están llenas de odio, es un fenómeno generalizado. Sin embargo rehuimos conscientemente de nuestro propio odio y vilipendiamos el de los demás. Podemos admitir cierta ira pasajera hacia alguna faceta de la convivencia con nuestros seres queridos, pero negamos con vehemencia la posibilidad de que les odiemos tanto como les amamos. De todas las emociones humanas el odio suele ser la más vilipendiada.

Hablar del odio puede parecer antisocial, y tal vez podamos admitirlo como la necesidad de tratar algo que detestamos, como un tumor maligno. Y si es verdad, que el odio puede tener consecuencias terribles para la persona y para la vida social si se descontrola y se utiliza sin ninguna racionalidad, por la misma regla deberíamos tratarlo y darle la importancia que merece, ya que lo primero para conocer un sentimiento es aceptarlo. Y si no queremos que la sociedad sufra los estragos terribles de su irracionalidad, como los nefastos casos de violencia de género de tanta actualidad en la sociedad civilizada, es importante enseñar y enseñarnos qué hacer con él, cómo acogerlo y cómo encaminarlo a una resolución positiva. Habrá que empezar por una premisa que costará mucho aceptar, el odio no es algo malo y dañino, lo es su expresión desacontrolada, su estallido irracional.

Cuando hablo de odio, quiero decir odio, repito, el odio no es maligno en si y por si mismo, se puede odiar la injusticia, la pobreza, la crueldad. El odio surge de un impulso agresivo, el impulso del que Freud decía que nos conducía a la destrucción y a la muerte, pero también Freud nos recordó que el odio puede tener propósitos constructivos. Si no hubiera agresión no habríamos construido esta civilización, estas ciudades; que ciertamente desde una perspectiva más exigente genera y promueve un estilo de vida agresivo. Por eso, al hablar del odio, debemos incluir tanto los aspectos positivos como los negativos de la agresión.

Otro ejemplo para profundizar esto es la realidad del paro, un trabajador que se queda sin trabajo no le puedes pedir que no sienta odio hacia la empresa que lo priva de una parte importante de lo que constituye su vida; en busca de sentido, probablemente personalizara su odio en sus jefes, en el propietario de la empresa, los gobiernos, o incluso los compañeros de trabajo que no han corrido la misma suerte. Habrá que ayudar a esta persona a canalizar ese odio y convertirlo en energía que le ayude a encontrar una solución creativa a su nueva situación, pero sin negar que su situación es odiosa, produce, genera odio.

Cuando hablamos de odio también hay que incluir los matices que existen en el uso del lenguaje y en la realidad, hay que referirse al sentimiento personificado en la agresión cuando va acompañada por la cólera, la ira, el dolor o el deseo de venganza.
Piense mi querido/a lector/a en los odios que esconde en su corazón, no le gustaría liberarlo, en vez de esconderlo o sentirse culpàble por tenerlo.

(Continua)

1 comentario:


  1. Regreso tarde, pero regreso y echo un vistazo.
    Me gusta tu reflexión sobre el odio. Es humano y liberador. Solamente hay que saber controlarlo... que nos destruya.

    Saludos

    CR & LMA
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