20/6/15

Abandono y violencia no es cosa de niños..., es de adultos

El desamparo y el abuso infantil como experiencia cotidiana de la sociedad occidental.

Conocer la obra de Laura Gutman por casualidad a través de lecturas de otros autores y fascinarme por sus ideas, reconozco que su obra ha logrado inquietarme, y a la vez  acompañarme en mi propio proceso personal de crecimiento.
La tesis de base es demoledora sin embargo a mi entender puede ser verificable sin lugar a dudas si miramos a nuestro alrededor y si leemos las noticias de todos los diarios, no porque sean fuente de veracidad ni mucho menos, sino porque nos dan indicios certeros del "malestar de la sociedad". El abuso infantil, en sus diversas formas, es uno de los más candentes síntomas de que hemos construido una sociedad violenta, esta afirmación no es una suposición ni una campaña sensacionalista porque hay muchos actos delictivos y agresivos, es una consecuencia clara que la sociedad está basada en el poder, y el poder se ejerce por parte de los que lo usurpan por la fuerza y lo hacen porque hay condiciones en la sociedad que lo permiten. Cuando nos referimos a las condiciones evidentemente no obviamos que tenemos instituciones tradicionales y nuevas que intentan mitigar cualquier situación de abuso de poder, pero si miramos más atentamente, todas las iniciativas de la sociedad no alcanzan para atender o moderar los brotes de violencia y el ejercicio del abuso que aparece por todas partes, desde las escenas políticas hasta las trifulcas en los microbuses. Hoy en la sociedad española, en la peruana y en muchas partes de la sociedad occidental, no me atrevo a hablar de oriente, se hace acuciante la comprobación del buling escolar, el acoso y abuso que sufren menores de sus propios compañeros, de quienes deberían acompañarlos y ser sus pares. La violencia entre los jóvenes y la del maltrato en las parejas de adolescentes crece y se hace una práctica que no merma por más campañas que se hagan, por más discursos, o endurecimiento de las normas.

Desde la experiencia de un niño, aprendiendo a ponernos en su lugar, nos cuesta tener la conciencia de lo que realmente significa pasar por esto, porque esto tiene un nombre abuso. Los adultos estamos demasiado ocupados para verlo, y demasiado asustados para nombrarlo, pero sobre todo para sentir el horror que  es esta vivencia; parece como si en el fondo aceptamos que "siempre" ha existido y que no es tan grave más que para la víctima; tal vez, queremos creer que son casos aislados que nada tienen que ver con las mayorías, que no nos va a pasar a nosotros.

Laura Gutman nos asegura que la realidad es que vivimos apegados y tan ciegos ante el paradigma social que tenemos impuesto y según ese "parámetro" el ser humano es "guerrero, depredador y manipulador y que es propio de la especia sentir odio, rencor y ánimo de destrucción"; salir de este paradigma significa estar dispuestos a cuestionar todo, desde la educación hasta las instituciones y creencias, y havcerlo todo el tiempo y esto es agotador, claro.
Ahondando en esto y refiriéndonos al vivir cotidiano, cada familia tiene su  "discurso familiar oficial", que cree ser original, pero que está dentro del paradigma más amplio, y este a su vez forma parte de otro más general, es en este mundo global donde todos estamos reforzando el parádigma, porque cada uno de nosotros hemos sido víctimas de él, y eso hace que  dolorosamente pero inconscientemente hayamos aprendido cómo sobrevivir al sufrimiento que se nos ha infringido, sea mayor o menor, y que emocionalmente no estemos dispuestos a cuestionar nuestra forma de supervivencia, y sin darnos cuenta vamos a trasmitirlo a la siguiente generación.

Laura Gutman plantea algo difícil de aceptar, pero que al menos hemos de considerar. Vivimos en un proceso de deshumanización que se basa en que nuestro paradigma mental asumido e interiorizado ha hecho que en todas las familias asumamos que la privación del placer físico sensorial durante la primera infancia no es importante y en realidad es una de las principales causas de violencia social. La violencia en gran escala solo se da en las culturas y sociedades en la que somos represivos con los niños y, por supuesto, en las que también reprimimos la vida sexual en general. Laura Gutman afirman con toda su gran experiencia, que merece ser muy tenida en cuenta, que la privación de placer en las criaturas es directamente proporcional  al desarrollo de la violencia en todas su formas.

En realidad, el maltrato y el abuso sobre los niños es recurrente, banal, cotidiano y común, aunque sólo cuando hay casos muy alarmantes y de uso sensacionalista, estamos dispuestos a reconocerlo. De aquí sufre la pregunta acuciante que debemos hacernos en un momento de nuestra vida, ¿fuimos víctimas de algún tipo de abuso en nuestra infancia? ¿hay aspectos que hemos enviado a nuestro inconsciente porque nos es demasiado doloroso para traerlo a la conciencia? Detrás de nuestro comentario frecuente, "sí, tuve una infancia normal" o "mis padres hicieron todo lo que pudieron", ¿no se esconde una trágica experiencia que está condicionando nuestra vida y va a determinar la forma de recibir, criar y tratar a nuestros niños? ¿no existe para un niño pequeño forma más atroz de violencia que el abandono? ¿no nos pasa que nadie quiere reconocer que a pesar de ser quien se es, se sufrió abandono o alguna de las formas de violencias físicas o psicológicas? ¿no han sido nuestros padres, aquellos seres maravillosos, los que nos han infringido el peor de los sufrimiento porque a su vez ellos los sufrieron y no saben hacer otra cosa? ¿no quedan un buen conjunto de vivencias familiares que nadie habla de ellas, porque nadie se atrevió a ponerles nombre? ¡acaso no existe en toda familia "un discurso oficial" que ayuda a que todos se sitúen en un papel  o rol determinado en la familia y que no altere el equilibrio que se impuso desde el poder? ¿no es la madre la que estaba encargada de que no nos hicieran daño? ¿donde estaba o porque lo permitió o nos entrego? preguntas inquietantes que no es "correcto" hacerse en una sociedad en la que "madre hay solo una"  y "todos tiene  una madre y ninguna como la mía".

Una de las conclusiones que se puede extraer de los libros y la experiencia de Laura Gutman es que no vemos nuestro aporte a la violencia y al maltrato en la sociedad y esto sucede porque tendríamos que pasar por el dolor de descubrir que también nosotros lo sufrimos de una u otra manera, en menor o mayor medida, y si nos atrevemos a mirarlo, descubriríamos que en nuestra familia  se construyó un discurso que nos evito recordar lo que en verdad nos paso.: "Es que tu madre trabajo duro para que estudiaras", "es que los dos nos esforzamos por ustedes", "es que teníamos que dejarte en casa de los tíos", "es que era bueno para ti", "es que no podíamos imaginar que pasaría eso", "es que era de toda nuestra confianza", "es que yo estaba muy estresada", "es que era tu abuelo", "es que ya no sabíamos qué hacer". Seguramente si indagamos un poco en nuestra "olvidada infancia" resonaran una de esas frases que deciden el discurso oficial, la versión oficial que todos aceptaron y que nos hizo no sentir nuestro dolor, tal vez porque lo que no se nombra "es como si" no existiese.

Pero existió y nuestra vida quedo marcada, de una forma u otra, lo que hicimos con el dolor del abandono y con el discurso oficial corresponde a cada uno, pero allí está oculta las respuestas que en tu vida estás buscando cuando ves que las cosas no funcionan, cuando no sabes por qué te está pasando eso y te vuelve a pasar y se vuelve a repetir.

  Puede ser que una persona quiera no escrutar en su pasado, quiera evitar el sufrimiento, pero la realidad nos dice que ese sufrimiento no está solucionado y volverá revestido tal vez desfigurado, pero sobre todo vuelve  para hacer daño en los que amamos, para vengarse de la irracionalidad, para producir más dolor porque nadie tuvo la compasión que lo transformara. Y solamente tú mimo, tú misma puedes hacer esa trasformación, o por lo menos evitar que se descontrole y cobre víctimas nuevas, pero nadie evitará que el dolor sea dolor y que lo abraces y puedas hacer con él lo que tu quieres... o puedes.

Recomiendo a esta autora, que plantea muchas ideas crudas pero en el fondo sanadoras, me ha aportado mucho su experiencia para aceptar que muchas veces he querido disfrazar mi dolor y mis lágrimas y eso nunca ha sido una solución, nuestro mayor derecho es a engañarnos a nosotros mismos, pero que por lo menos ese autoengaño sea una decisión nuestra. Creo que los planteamientos de esta terapeuta van a seguir alimentando la reflexión de quién somos y cómo podemos ser más felices.
Buenas noches y buena suerte.



9/6/15

Desarrolla tu Inteligencia creadora

INTELIGENCIA CREADORA O CREATIVIDAD

Si quieres experimentar que aún puedes desarrollarte, crecer, cambiar tu vida a mejor, descubrir tu potencial, encontrar nuevos horizontes, si sencillamente te encuentras aburrido, indaga sobre este don que tú tienes y que quizás está invernando, latente. Muevete y comprobarás que todo cambia.

En los últimos 30 años se ha escrito mucho sobre la teoría de las inteligencias múltiples. desde que Gardner identifico ocho formas de inteligencia humana, se han desarrollado aportaciones muy distintas.  Una de esas inteligencias que tiene enlace con cualquier ámbito de la vida es  la Creatividad. Una de esas realidades humanas que no se puede enseñar, y de la que adolece especialmente la sociedad actual, basaba  en el consumo y la pasividad. Los que nos dedicamos a la educación hemos de reconocer que en la formación de los niños y jóvenes vivimos una gran contradicción, nos quejamos de la pasividad de los estudiantes pero no logramos mostrarles el desafío creativo que debe ser el proceso de aprendizaje, se da el caso que algunos maestros por ser sistemáticos nos hacemos personas muy repetitivas y pretendemos que nuestros alumnos sean imaginativos e innovadores cuando el mensaje que les damos es que deben aprender a repetir.

Las investigaciones sobre el cerebro humano están aportando nuevas perspectivas, me parece interesante presentar algunas estrategias que pueden ayudar a desarrollar nuestra creatividad.
La inteligencia creadora o creatividad es la la capacidad para encontrara ideas y soluciones originales 
y valiosas a muchos problemas cotidianos, al vivir. La creatividad abre nuevas puertas, incluso nuevas dimensiones a nuestra vida, prueba ahora y deja de hacer lo que hacen todos. tengas la edad que tengas, aprovecha hoy la puerta que puedes abrir para una vida más enrriquecedora.

Ha aquí cinco estrategias para desarrollar tu creatividad:

1. Mira a tu alrededor con ojos nuevos.

3/6/15

Me pregunto por el éxito

A propósito de una palabra con éxito actualmente




Desde la experiencia de promover el desarrollo personal de hombres y mujeres de nuestra época y de nuestro contexto, constantemente encuentro la situación de sufrimiento que  experimentan las personas al margen de las interpretaciones que podemos hacer sobre la realidad objetiva que produce dicho sufrir; en este sentido es fundamental el respeto comprometido para no juzgar desde nuestra propia historia o experiencia aquello que  se nos presenta como causa, pero en este caso tan cotidiano como en el caso de personas que buscan sinceramente mejorar con amor y desde la paciencia consigo mismas, debemos plantearnos  una realidad muy subjetiva; una palabra inevitable, de moda, constante en el mundo laboral, empresarial y sobre todo profesional, financiero y ejecutivo, una palabra que pesa como una losa sobre las conciencias, una palabra con la que nos educaron y condicionaron, y como contenido de esa palabra, una realidad que  a veces no hemos enfrentado para no tener que mirar lo que no queremos ver, se trata  sin dudar a dudas del éxito. Y es que el éxito es una palabra que se usa como un evaluador contundente y despiadado de la propia existencia, por eso recojo algunas reflexiones que me he hecho sobre está compleja realidad.

Hay quienes piensan que en este mundo solo hay dos tragedias. La una es no conseguir lo que se desea y la otra es conseguirlo. La segunda es la peor de las dos. ¡Esta última es la verdadera tragedia!». Así se expresa Dumby, personaje de “El abanico de Lady Windermare”, de Oscar Wilde. ¿Se trata de un error? ¿Será una hipérbole que encierra una verdad difícil de entender en nuestra sociedad claramente orientada al éxito?

El Profesor Pallares de Bilbao reflexiona sobre la capacidad o falta de ella para reconocer el éxito y reconocerse en él. No solo cuesta reconocer y aceptar un fracaso, sino que tampoco es fácil aceptarse a sí mismo tras él. Hay personas que se hunden psicológicamente cuando no ven colmados sus deseos. El fracaso no resulta positivo, aunque se puede redimir si se afronta como un reto a superar. Es sugerente pensar que la otra cara del éxito es el fracaso, experiencia dolorosa donde las hay, pero que todas las teorías psicológicas tratan de convencernos de su verdadera importancia y de su genuino rol en el desarrollo personal.

Constitutivamente parece fácil de comprender los alcances positivos que tiene el éxito, favorece el bienestar y la salud mental. La meta alcanzada constituye un potente refuerzo para avanzar. Por eso, se recomienda escalonar el aprendizaje, y en general cualquier tarea compleja, de modo que el que aprende o actúa experimente con mayor probabilidad éxitos parciales, que sirvan de resorte para alcanzar el objetivo final. El éxito, pues, en sí mismo considerado, no constituye ninguna tragedia; todo lo contrario, resulta estimulante y saludable. El éxito parece ser el motor que impulsa hacia nuevas metas y contribuye de forma directa y motivadora a la superación y crecimiento personal.
Sin embargo, en la realidad del mundo que nos toca vivir hay toda una parafernalia y submundo que se asocia al éxito inevitablemente, l éxito de una persona genera en el entorno una multiplicidad de reacciones que propician un nuevo y efímero mecanismo que sule ser muy sutil y escondido para quien es el beneficiario del éxito. Por tanto, ¿qué peligro existe en el éxito, en conseguir lo que uno desea? A primera vista ninguno. Pero si reflexionamos y, sobre todo, si observamos con atención lo que a veces ocurre en la realidad, comprenderemos que el éxito puede tener también un lado oscuro. Consideremos el éxito en el sentido cotidiano de las noticias, los negocios, el mundo del espectáculo que se ha logrado limpiamente, ya que como sabemos existen muchos intereses económicos en generar modelos exitosos totalmente falsos pero que funcionan en el medio social.
La principal reflexión que cualquiera podemos hacer es la de la dependencia, existe el riesgo importante de que uno termine por hacerse ‘adicto’ al éxito y, en consecuencia, lo tome como la única norma de su vida: el éxito por encima de todo y de todos. Esto supone, además de la incapacidad para reaccionar ante un eventual fracaso, considerar imprescindible para aceptarse a sí mismo algo cuya consecución está fuera del propio control. Fundamentar la autoaceptación en el éxito conseguido es construir la autoestima –la valoración que uno hace de sí mismo– sobre arenas movedizas. El éxito puede, incluso, conducir a instalarse cómodamente en él y a renunciar a todo progreso y avance personal.
Otra consecuencia peligrosa que puede introducirse es llevar nuestra vida al terreno más ajeno a la característica más propia del ser humano,
su ser falible, su debilidad, su necesidad de los otros como realidad ontológica. El éxito lleva con facilidad a que también los demás le acepten a uno de forma condicional; solo por los éxitos conseguidos y mientras dure la condición de ganador. Es más, el éxito suscita con facilidad una reacción de envidia en otras personas, que se puede prolongar en acciones orientadas a socavar el suelo sobre el que se asienta el podio del vencedor. Albert Camus que supo bastante de esta realidad afirma que el éxito y la felicidad solo son perdonados si generosamente se acepta compartirlos con los demás.
No siempre es fácil reaccionar al éxito adecuadamente. Gestionar bien la victoria política, deportiva, social, etc., puede resultar más difícil que aceptar la derrota. El éxito que, bien tomado, es un estimulante eficaz, buscado y alcanzado sin incluir el esfuerzo personal y al margen de un interés social, se puede transformar en un potente narcótico que adormece, anestesia y termina por aniquilar al mismo ganador. Por eso, alcanzar la victoria ha de constituir el nuevo reto –que tal vez exigirá un esfuerzo superior al ya realizado– de tomar el éxito con sencillez y no como un pedestal para mirar a los demás desde la superioridad y la distancia. Por supuesto, ningún reparo se puede poner al éxito conseguido en el crecimiento y madurez personal y, concretamente, en reaccionar de forma adecuada a los éxitos.


Me encantaría profundizar en la percepción que la sociedad tiene de lo contrario a la actitud ante las personas exitosas, es decir, a la aceptación incondicional, esa realidad de la que muy poco se habla en lo cotidiano de la vida; qué dura puede ser la vida si no logramos en nuestro entorno personas que sabemos que nos aceptan sin evaluar nuestras calificaciones en el ranking de la vida. Mi experiencia es que el amor incondicional es un gran desconocido que vive cotidianamente entre nosotros gracias a personas que justamente han relativizado y en muchos casos superado la dicotomía éxito fracaso. No se trata, pues, de huir del éxito ni de una búsqueda masoquista del fracaso, sino de conseguir aceptarnos incondicionalmente, sin que el fracaso o el éxito constituyan una traba. Evidentemente se dan casos y más que frecuentes en que hemos constituido una vida en base a creencias que nos dinamitan los logros constantemente, que sabemos demasiado bien boicotearnos para no salir de nuestra zona de confort y experimentar todo nuestro ser, la educación actualmente no está orientada a este fin y nos arrojan al campo de la más cruenta competición desde nuestra más temprana edad.

Aunque muchas veces lo olvidemos estamos ante una realidad con dos caras, ying y yang  luz y sombra, al parecer todos buscamos la luz para ver y eso es bueno para nosotros, pero no hemos descubierto que la oscuridad es lo que permite descubrir la luz, cuantas veces en nuestra vida  voy a repetir que si no hubiera pasado por las sombras o por la oscuridad, no comprendería el privilegio y la maravilla que es la luz. Éxito y fracaso son dos conceptos relativos, sería necesario que no nos dejemos imponer los estándares externos que seguro que son necesario, pero que cada uno sea capaz en su propia existencia y en su proyecto vital de definir, por en el fondo, lo que verdaderamente importa es el vivir, el vivir conscientemente.. Hay una frase de Rudyard Kipling «Al éxito y al fracaso, esos dos impostores, trátalos siempre con la misma indiferencia». Impostores, sí; porque el fracaso y el éxito nunca son tan grandes ni definitivos como quieren que supongamos. Cierta distancia hacia ambos ayudará, sin duda, a relativizar el fracaso –y evitar así que sea un estigma o una preferencia–, y mostrará al que “parece” que triunfa la fugacidad e inconsistencia de la victoria y del éxito, 

Hemos de apuntar como sociedad a incluir en el éxito contenidos ecológicos y solidarios que permitan una función humanizadora del mundo, el éxito como individualismo traiciona lo mejor de nosotros nuestra esencia cósmica.
Agradezco al profesor de Deusto, doctor en psicología E. Pallares por haber brindado  sus reflexiones sobre el aceptarse en el éxito y citar una frase de Winston Churchill que  me aplico a mi propia vida “el éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin desesperarse”. Y el gran consuelo que me brindo un hombre de Dios cuando esperaba ansioso los resultados de mi examen de ingreso a la Universidad, si  has dado todo lo mejor de ti, eso es lo que debe hacerte sentir plenamente contento contigo mismo. Y yo añadiría también un aprendizaje vital, para Dios lo importante es el amor que pongas en lo que haces. Hay mucho que se puede decir,  continuemos reflexionando.