Hace más de 35 años, Matthieu Ricard
abandonó su carrera profesional en genética celular para estudiar el
budismo en el Himalaya. Culminó sus estudios de doctorado en biología en
el Instituto Pasteur en París, Francia,
y se mudó a Darjeeling, India, para estudiar con un gran maestro
tibetano. Actualmente Ricard es uno de los grandes estudiosos e
investigadores de la plasticidad del cerebro humano, la neuropsicología
cognitiva, las neurociencias, la interconexión entre meditación, el circuito cerebral y el balance emocional, entre otros temas. Investiga y publica desde el Instituto de la Mente y la Vida, que fundó con Dalai Lama.
La meditación existe desde hace miles de años.
Fue evolucionando desde las tradiciones religiosas contemporáneas. Los
primeros meditadores tomaron lecciones desde la naturaleza, el cielo,
los estados del ser, la sabiduría del inconsciente colectivo y las
mitologías tribales. El conocimiento en torno a la meditación se
transmitió de los chamanes a los sistemas tribales como un medio de
conexión espiritual y energético de carácter colectivo y que fortalecía
la concepción de unión en la vida.
Las religiones contemporáneas se
constituyeron alrededor de la imagen de un líder carismático, por lo
general el fundador. A la muerte de este líder la comunidad fue
institucionalizando sus mensajes que luego fueron politizados por la
clase dominante. Con la finalidad de sobrevivir, los líderes religiosos
fueron haciendo concesiones a la estructura social existente, lo que
generó una serie de dilemas y contradicciones. En las tradiciones más
conocidas predominó la teología, y el objetivo consistió en convertirse
en un cristiano, un budista o un islamista, etc., siguiendo los
preceptos teológicos creados por las fuerzas de poder. Las facciones más
místicas de estas religiones optaron por mantener el enfoque
contemplativo del líder fundador en lugar de vivir a la luz de los
lineamientos de la teología. El énfasis en la meditación promovía que
cada persona se convirtiera en un Buda, un Cristo
o un Mohammed, lo que amenazaba la distinción entre el creador y el
feligrés que las estructuras religiosas tradicionales lucharon por
mantener. Los practicantes de la meditación luego se convirtieron en
sufis en el Islam, los agnósticos en el cristianismo, los esenios en el judaísmo y los tántricos, vipasanos, mahayanos o zen en el budismo.
Meditación significa “cultivo de la mente”.
Es una actividad que supone determinada disposición para que el
practicante se sitúe en la realidad y así aumentar su comprensión y
sabiduría, esenciales para erradicar el sufrimiento. En el núcleo
central de toda meditación hay una observación tranquila y atenta tanto
de los propios procesos mentales como de los fenómenos de la vida. En
las religiones tradicionales la oración reemplazó a la meditación y
quiso dar al dios externo el reconocimiento de lo que la persona obtenía
como resultado de sus plegarias. De ahí el desconcierto de muchas
personas que no obtenían lo que pedían. La meditación es justamente un
acto de escucha más que de recitar lo que la persona desea. Si en el
proceso contemplativo la persona habla mucho y no escucha, no estará
atento a las recomendaciones y sugerencias que le está dando de manera
permanente ese Dios interno. Para diferenciar cuándo es Dios el que
habla y no el ego, basta con verificar si la ejecución del mensaje
recibido generará más paz en la persona que ora o medita y su entorno.
Los resultados de las investigaciones de
Ricard y del Instituto de la Mente y la Vida han demostrado que la
meditación tiene los siguientes beneficios:
—Es bueno para la salud. Tiene efectos positivos en la presión sanguínea, en prevenir las enfermedades cardiovasculares, el estrés y la salud emocional. Hay evidencia de esto en más de 50 años de investigación.
—Meditar en comunidad integra socialmente y
proporciona coherencia. Los lazos entre individuos y la comunidad se
fortalecen a través de prácticas compartidas e incorporadas de lo que es
correcto conductual y actitudinalmente. La meditación ayuda a enfrentar
el conflicto interno y externo, y refuerza las habilidades de trabajar en equipo.
—La meditación nos libera de nuestras
tendencias psicológicas condicionadas y nos ayuda a gestionar nuestro
ego. Refuerza el estado de presencia del aquí y el ahora, nos mantiene
interconectados, centrados en los seis elementos del ser humano completo
y nos ayuda a cultivar la compasión, la sabiduría y la disposición a la
acción. La meditación produce paz interior y una mirada positiva de la
vida.
La meditación es una práctica simple:
siéntate en un lugar cómodo y carente de distracciones con tu cuerpo
relajado y la espina dorsal recta. Trae tu atención a la respiración ya
sea a la nariz o al estómago y mantente enfocado en ello. Si te distraes
retoma la concentración al punto de partida.
La meditación no implica trascender de una
situación complicada en tu vida o de escapar de algo. Sólo tiene que ver
con estar más presente, más consciente y más vivo. No se trata de
salirte de tu cuerpo, sino más bien un viaje al interior de tu cuerpo.
La meditación nos ayuda a ver la realidad tal cual es y a estar con
ella. No existe tal cosa como una buena o mala meditación. Simplemente
nos conecta con nuestro espíritu. Ilumina. La meditación requiere que
desarrollemos nuestra capacidad de estar atentos, y eso sólo se logra
con la práctica.
Toma asiento y presta atención al aquí y al ahora. Cultiva tu centro.
Promueve en tu entorno la meditación colectiva.
Artículo de Fernando Gil.
Jamming Escuela de coaching y Desarrollo rganizacional.
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